El comunicado de la empresa a cargo de la explotación de plomo y zinc en mina El Aguilar en el norte de la provincia de Jujuy sigue generando preocupaciones y dolores de cabeza no solo hacia adentro del gobierno provincial y nacional sino también entre los operarios de la mina y ahora una sociedad en alerta.
Es que la sorpresiva noticia del fin de las inversiones en la provincia de Jujuy tiene implicancias de todo tipo. A una importante merma en la economía jujeña producto de la ausencia de exportaciones y la pérdida de más de 600 puestos de trabajo (además de los tributos locales), se le suma la grave consecuencia social y ambiental que puede tener un abandono del lugar por el privado.
Una mina que lleva más de 90 años en operación requiere un complejo plan de cierre de operaciones; quizás el más importante de la historia de la minería nacional. Sin embargo, no se conocen al momento detalles de un plan de este tipo y desde el ministerio de producción de la provincia solo se observan gestos de preocupación.
Una actividad de este tipo causa un enorme impacto en el ambiente, en los suelos, en la flora y en la fauna del lugar. Se utilizan en momentos de producción materiales altamente radiactivos y tóxicos que de no tener un uso adecuado pueden causar daños irreparables para el ambiente y la población.
La ex mina de plomo Metal – Huasi constituye un nefasto antecedente en relación a un abandono de trabajo sin programa de cierre de mina. Los daños en el ambiente y en la salud de los vecinos del barrio 12 de octubre en Abra Pampa tienen consecuencias altamente nocivas.
La preocupación alcanza no solo a los vecinos y vecinas de El Aguilar sino también a las demás empresas mineras de la provincia. Otra mala experiencia ambiental puede provocar un contundente nuevo rechazo a la actividad minera y una oposición a la producción de los proyectos vigentes y aquellos en condiciones de activarse.
La negligencia de la cartera ambiental provincial lejos está de despejar fantasmas. No parecen haber tomado nota nunca de la importancia de la carta de la subsidiaria de la multinacional Glencore y la gravedad de lo allí expresado.
El tiempo es tirano. Si no aparece rápidamente el plan de cierre, que debe necesariamente tener un mínimo de visto bueno por las comunidades locales y los trabajadores del sector, además del gobierno, difícilmente se pueda contener el legítimo reclamo ambiental que ya ruge exigiendo medidas contundentes.