El “cura peronista” como muchos lo llamaban marcó un precedente en la atención eclesiástica de los más humildes.
El 11 de mayo de 1974 murió asesinado Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe, conocido como el Padre Carlos Mugica, un sacerdote católico que impulsó la creación del movimiento curas villeros.
Mugica o el “cura peronista” como muchos lo llamaban nació el 7 de octubre de 1930 en el barrio Villa Luro de la Ciudad de Buenos Aires. Realizó sus estudios de abogacía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e ingresó al Seminario Metropolitano de Buenos Aires, por lo que fue ordenado sacerdote un 20 de diciembre de 1959.
Carlos supo romper esquemas de largas tradiciones. El cura provenía de una familia aristocrática, antiperonista. Su padre era un dirigente de peso en el Partido Conservador, durante la década infame Argentina. Según relatan los libros bibliográficos y confirman dirigentes que acompañaron a Mugica, en casa de Carlos brindaron con champagne el día del golpe de Estado del 55 que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón.
Al tiempo que vivía junto a su familia en el barrio de Recoleta, Mugica estrechaba lazos cada vez más fuertes con los vecinos de los barrios más humildes a los que solía visitar con frecuencia. En sus incansables andares por la villa 31 el cura fue convirtiéndose de a poco en uno más de ellos, uno más de los humildes.
Fue entonces que Carlos empezó a sentir curiosidad por la pasión que despertaba en esa gente la figura de Perón. Mugica comenzaría a estudiar la doctrina peronista y a encontrar lo que el llamaría similitudes estructurales entre la política de Juan Perón y la Doctrina Social de la Iglesia. Se convertiría pronto en el “cura peronista”, el “cura de los villeros” siendo una figura trascendental de los reclamos de los hasta ese entonces más postergados.
El presidente Perón conocía y admiraba su trabajo. Fue entonces que el General le ofreció a Mugica trabajo en el área del Ministerio de Bienestar Social. El cura relataría que tal ofrecimiento marcaría una profunda duda en su ser, motivo por el cual consultó con sus hermanos y sus hermanas villeras. Finalmente decidió rechazar el cargo pero confirmar su alineamiento con el Movimiento Peronista.
La elección por los pobres y la fuerte postura de Mugica contra los procesos de lo que consideraba mercantilización de la villa 31, enfrentaron al cura con poderosos como López Rega. A este último se lo acusa de haber planificado su asesinato, pues un custodio suyo (juzgado por el crimen) se encontraba con un comandante de la Triple A en el último banco de la Iglesia el día que mataron a Mugica.
Carlos murió acribillado por metralladoras que le perforaron el cuerpo el 11 de mayo de 1974, al terminar de dar la misa en San Francisco Solano. En ese momento estaba por subir a su Renault 4 L.
Sus seres más queridos se esperanzan en que está vivo en una oración que rezaba siempre: “Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener 8 años y tengan 13. Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no. Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no. Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo. Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propio hambre. Señor, perdóname por decirles no sólo de pan vive el hombre y no luchar con todo para que rescaten su pan. Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Señor, quiero morir por ellos, ayudarme a vivir para ellos. Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz“.