La crisis provocada por la pandemia mundial del coronavirus obliga a la industria del cine a buscar una alternativa que vaya en sintonía con el aislamiento social. Muchos países ya habilitaron esta metodología. ¿Jujuy se prende?.
La grave crisis sanitaria provocada por el COVID-19 que pone en jacke a las economías del mundo entero obliga a las principales industrias a reinventarse para no quedar envueltas en un contexto que ya ha provocado miles de pérdidas de empleos y cierres de establecimientos. Uno de los sectores más afectados es justamente el del entretenimiento y el ocio. Estadios de fútbol, teatros, locales bailables y salas de cine mantienen sus puertas cerradas y nadie puede asegurar cuándo ni cómo se reactivarán.
Es en este contexto que la industria cinematográfica se alimenta del pasado para pensar el futuro. Consciente de que el amontonamiento social en las principales salas no forman parte del mediato tiempo, decidió sacar a relucir una vieja costumbre: el autocine.
Países como Corea del Sur, Finlandia, Estados Unidos o Alemania por citar la diversidad permiten este tipo de actividades ya que consideran que dentro de los vehículos las personas estarían garantizando las distancias necesarias y el aislamiento. Incluso en algunos de ellos existen reglas que limitan la cantidad de personas dentro de los autos o prohíben a sus ocupantes bajarse en los lugares de función.
En Argentina no se conocen grandes centros de difusión de películas para asistentes en vehículos. Quizás lo que más se le parezca son las proyecciones que durante el verano se hacen en el Rosedal de Palermo ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. El gran interrogante ahora es si esta nueva (vieja) modalidad será replicada por alguna jurisdicción del país y bajo que formatos.