El Partido Justicialista está administrado por un Politburó, unos elegidos que encontraron en la política una cómoda manera de hacer pingües negocios con el Estado, las banderas, los principios. Las 20 verdades se permutan por 20 contratos con el Estado, el color político de turno es solo un detalle absolutamente disimulable.
Caminar por los pasillos de la legislatura provincial es escuchar una interminable cadena de lamentaciones y relatos de sueños una vez más postergados.
En la estructura partidaria a nadie escapa que durante la última campaña el Partido Justicialista estuvo absolutamente ausente, la calle fue ocupada por el oficialismo, las escuelas fueron copadas por el oficialismo y los controles electorales también fueron ocupados por el oficialismo.
A la hora de buscar los responsables de semejante descalabro, las miradas apuntan directamente a la humanidad de Rubén Armando Rivarola, pero nadie habla de impericia, ya que nadie cree que la ausencia del PJ en la campaña sea un hecho fortuito, sino todo lo contario, desde el corazón mismo del peronismo sostienen que todo fue una artimaña funcional a los intereses de Rivarola.
Fuentes seguras afirman que el PJ enfrentó esta elección con solo dos padrones de votos, aunque otros más cercanos al empresario dicen que fueron dos padrones y medio.
Apenas 48 horas antes de las elecciones, la estructura de fiscales ni siquiera tenían los poderes, muchos se vieron en la obligación de fotocopiar los poderes, inclusive desde el interior de la provincia llegaban los dirigentes en busca de la tan ansiada papeleta.
Los más agudos observadores aseguran que existían acuerdos de súper estructura, donde el Politburó partidario estaba dispuesto a entregarle a Gerardo Morales los dos diputados nacionales.
El corte fue elocuente, aunque no en la medida que esperaban los autores de la maniobra.
El triunfo de Fernández y dos diputados para Morales cerraba para todos, Rivarola seguía en una posición de confort con la cancha despejada de eventuales adversarios y Morales podía exhibir un triunfo personal.
La sociedad se consolidaba, y el establishment no veía alterada su paz.
Los votos de Rivarola y sus esbirros en favor de los préstamos y cualquier otro mandato que provenga de sillón de Fascio, la oposición discursiva y edulcorada y el compromiso de apoyar las destituciones que pretende Morales gozaban de buena salud, hasta que las urnas y la voluntad de los jujeños le dieron tanto a Rivarola como a Morales un duro baño de realidad.
Recalculando gritaba el GPS de Rivarola, pero los acontecimientos fueron tan vertiginosos que no solo dejaron entrampado al Presidente del PJ, sino que dejó al descubierto inconfesables acuerdos de cúpulas.
La primera encrucijada que debe afrontar Rivarola es apoyar o no las destituciones, si cumple con Morales habrá incumplido con Gioja y el PJ, si rechaza las destituciones habrá incumplido con Morales.
Ante semejante disyuntiva, en el edificio de Belgrano al 200, por estas horas están evaluando la posibilidad de que algunos acólitos de Rivarola dejen el bloque del PJ y de esa manera apoyar lo requerido por Morales. Rivarola habrá cumplido con Morales y con Gioja.
Dicen que desde el propio gobierno están tratando de colaborar en esta treta. El cuento necesita un final feliz.
Independientemente del resultado de esta desesperada movida, el estado de devastación del PJ es elocuente, el Politburó está acorralado por la realidad y las nuevas demandas de los peronistas, y todo indica que se vienen tiempos de cambios, lo que no se sabe es si estos de producirán con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.